
A quien le importa la reflexión individualista de alguien que acaba de cumplir 40 años. ¡A quién!. Si mientras escribo esto el vecino de arriba de 22 años con pinta de rockero no para de cantar por Antonio Molina y me encantaría subir, llamar a su puerta y pedirle un favor:
– ¿Podrías callarte durante un par de horas para poder escribir una reflexión de los 40 de ahora?, que ya sabes que no son los de antes. El vecino de arriba no me ha dejado acabar la frase, ha cerrado su puerta al compás y en armonía de esta respuesta:
-¡Cuarentona!. Y entonces… lo he entendido todo. Todo lo que tenía pensado escribir se ha caído como aquella torre de arena. He entendido perfectamente que significa para algun@s entrar en esta etapa. Gracias a Antoñito Molina, ha sido maravilloso, de repente se me ha abierto una puerta o algo parecido.
He suspirado, he apretado bien el nudo de mi bata de lunares, y he pensado donde cojones estoy… a mis 40, como Manolito Gafotas en Carabanchel. Este no era mi destino. Debí mover mal alguna ficha porque no era lo que me dijo aquel numerólogo. Antes de bajar me observé frente al espejo del descansillo que hay entre los dos pisos, sin pintar, ojeras y un flequillo recién cortado del que siempre acabo arrepintiéndome… Tengo esa necesidad, a veces hago cosas para luego arrepentirme. Finalmente he acusado al virus de mis malas pintas y no a mis cuarenta, ¡qué cojones!.
No he podido celebrar mi cumpleaños, ni siquiera he escrito ninguna reflexión después de que mi vecino le diera una patada a mi romanticismo llamándome cuarentona. Luego me he enterado de que en realidad no quería decirme eso, su madre se ha disculpado y me ha dicho que estaban en cuarentena. Ya me deja más tranquila.
¡Yo quería celebrarlo por todo lo alto!, oír eso de: «no aparentas los 40» o «ya quisieran muchas» que tanto satisface a una. Subirme a una barra de bar y decir unas palabritas tan profundas que la peña tenga que excarvar… «Ayer tenía veinte y ahora tengo 40» … y si los invitados se quedan con ganas de más puedo robarle la frase a mi prima tocaya: «lo que verdaderamente me ha llenado en la vida es una perrunilla».
La edad no es problema, nunca cuando de amor se trata, cuando de ganas de vivir encierra.
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