
Cómo me gusta ser mujer. Y en mi caso. Que quede claro. En mi caso y supongo que el de algunas, creerme toda la publicidad que sale por la tele para eso de estar más guapa y más delgada. No voy a dejarte opción a que pienses que también ellos se creen estas cosas porque es cierto, también los hay. Pero la mayoría de los anuncios se dirigen a nosotras. Tiene cojones. ¿Por quién nos toman? Porque en mi caso me tienen ganada los muy mamones. Me lo creo todo. Hace unos meses sustituí el gimnasio por unos leggings que tenían cafeína. ¿Unos leggings que reducen volumen así sin hacer nada?. ¡Coño eso hay que probarlo!. El caso es que yo si que noté algo. No sé. O a lo mejor no. A lo mejor es que me oprimían tanto que no podía ni comer. Es como cuando llevas un pantalón ajustado y necesitas desabrocharlo para poder comer.
¿Y aquellas cremas que rejuvenecen? Las que dicen que te quitan años. Aquí la única que se puede quitar años eres tu misma cuando te preguntan la edad. Y mentir. Porque a partir de una edad algunas mienten. A mis treinta y seis quizás sea algo precipitado. Pero quien sabe si no me da el punto cualquier día mosqueada de tanto probar potingues y me quito unos seis añitos. Que no te extrañe si en los próximos post cuento alguna historia de .. » a mis treinta» .
Los treinta molan. Molan mucho. Aún no se cae nada. Aún está todo en su sitio. Decía Barbra Streisand, que debía ser más difícil envejecer si has sido famosa por ser reina de la belleza. Ella tuvo suerte. No lo digo yo, lo dijo ella. A mi me parecía muy atractiva. A lo mejor acabó esta frase así para que todos le dijeran lo contrario. Ya sabes que las mujeres hacemos mucho esas cosas. – Cariño. Hoy me veo fea. – Pero si estas preciosa. ¡Es la bomba!. Yo lo suelo hacer mucho. Voy a sincerarme con esta técnica. Lo uso porque en realidad me miré al espejo y me vi fea. Entonces para equilibrar mi estado necesito que me regalen los oídos. Hay que hacerlo. También están esos días en los que te ves poderosa. No sé. Te da por mirarte de nuevo en frente del espejo desnuda y poner posturitas como si posaras para Interviú. Te pones música y te da por bailar desnuda por toda la casa porque ahora eres una showgirl. Yo es algo que recomiendo a mis amigas cuando están de bajón. Nada como bailar desnuda por casa.
Mira que somos «salás». Nosotras. Las mujeres. Hasta cuando nos enfadamos. Hasta cuando envidiamos. ¡Siii!. Seguro que estas dudándolo. Que mala fama tenemos. El otro día pensé una cosa. Los hombres cuando tienen un mal día lo pagan con nosotras. Y nosotras cuando tenemos un mal día lo pagamos con nuestra madre. Esta fórmula es igual a: «todo el mundo paga sus malos días con nosotras». Solo era una reflexión. Y va dedicada a mi marido. (Un saludo por si me lees).
Volviendo a lo de que me encanta ser mujer. No hay mejor retiro que irse sola a Zara unas horas. Aquí vale verse fea o verse poderosa. Da lo mismo. Allí encuentras un mundo nuevo lleno de colores. Estampados. Tejidos. Pero … ¡Dios mío qué vestido! ¡Qué zapatos! ¿Y estos pendientes?. Los coges. Te los pruebas por encima. Paseas con un sombrero que recién acabas de coger. Empiezas a cargar tu brazo de prendas sin sumar importe. Da lo mismo. ¡Qué mas da!. No importa que tu nevera este vacía. No importa. Importa llenar tu armario de trapos. Eso es poder. Los políticos no tienen ni puta idea de poder. Poder es arrasar en Zara y salir con cuatro bolsas llenas de ropa. Me estoy poniendo muy cachonda con esto. Muy cachonda. Todo es maravilloso hasta que entras a los probadores. Aquí se jode el invento. Ni leggings de cafeína ni hostias. Estos putos probadores con ese halógeno ahí arriba pueden llegar a destruirte por completo. Llegar a casa sin ninguna bolsa y decirle a tu marido. – Cariño. Hoy me veo fea.