Hoy quiero escribir sobre la maravillosa dieta de la alcachofa. ¡Yuhuuuuu!. La pasada semana empecé la dieta. Que contando los días, solo faltan 159 para que llegue el veranito. No me extraña que se adelgace con éste tipo de dietas. Cuando llega la hora de comer se me quita el hambre pensando en lo que me toca. Sueño con palmeras de chocolate de la pastelería Mallorca. Lo digo por si alguien tiene el detalle de mandarme una cuando todo esto acabe. Gracias por adelantado.
La dieta consiste en desayunar una rebanadita de pan con pavo. A media mañana yogur. Comida alcachofas y cena alcachofas. Así durante una semana. Siento que estoy escalando en una montaña. En la cima me espera el premio. No sé si llegaré al final porque esto es más duro que el Dakar. ¿Dakar?. Tenía que hacer mención al Dakar porque se ha juntado con mi dieta de la alcachofa, y viene a cuento. El cuento es el siguiente:
Hace unos días, decidí tomarme muy en serio la famosa frase de Einstein “Si buscas resultados diferentes no hagas siempre lo mismo”.
Resulta que mi amiga Alicia necesitaba que alguien le acompañara al aeropuerto porque se iba a pasar unos días a Tailandia. Yo me ofrecí encantada. Creo haber visto los hombres más guapos de mi vida ahí. Quizás el delirio de esperas en la terminal me hizo observar demasiado y confundirme a veces. No lo sé. Continúo. Llegamos al aeropuerto. Terminal 1. En la cola de facturación nos encontramos con un grupo de deportistas. Entonces se acerca uno de ellos –¿a dónde vais chicas?. – A ningún sitio, respondo. –¿Dónde está eso?. Menuda chispa tenía el moreno de ojos castaños. Aquí podría parar y escribir un poema sobre sus ojos. Porque no he visto unos ojos más cargados de vida que los suyos. Tanto que un poema se quedaría corto. Sus ojos me dan para una novela de lucha, de constancia diaria, de humildad y bondad. – Y tú, ¿a dónde vas? – ¡Me voy al Dakar! respondía mientras Alicia hablaba por teléfono y aún seguíamos en la cola. – A ¿París? pregunto. –Noooo, ¡Argentina!. El recorrido es Argentina, Bolivia y Chile. -Entonces lo de París, ¿es para darle sofisticación? – jajajajajaja, se ríe. Me contó un poco la historia de las diferentes rutas del Dakar a lo largo de su historia. Vamos que ya no se llama París Dakar.
Alicia ya había facturado. Nos teníamos que ir. –¿Te vas?. – No, me voy contigo al Dakar, ¿te importa?. No me hubiera importado haber ido y haber hecho de reportera. Seguro que se me vería el plumero cogiendo el micro. Porque al primero que me voy es a Juan (así se llama) gane o no la etapa. -Y aquí tenemos a Juan, ¿una etapa dura verdad Juan?. Con esta pregunta ya coge carrerilla el piloto. Sitúa los brazos en la cadera y responde –Ha sido muy dura, sobre todo en la “cima de las cigalas”, donde paraban las motos por falta de resistencia bla bla bla. Todo esto imaginé cuando le dije a Juan que me iría con él.
Él se fue. Y nos despedimos como dos desconocidos que se acababan de conocer. Después de esto, hemos hablado por skype. Me avisó para que me conectara el segundo día de su llegada al dakar. – ¡Espera que me conecto!. Mientras encendía el ordenador, me fui al espejo del baño. Me pinté sin parecer que lo estuviera. – ¡Que guapoooo!, exclamé. –Oye, perdona que esté sin camiseta. Aquí hace mucho calor. Yo me sonrojé. –¿Estás nervioso?. – ¡No!. Tengo ganas ya de empezar!. ¿Vas a seguirme? –¡Siiiii!!.
Le sigo cada día para ver en qué posición está. En su día libre se acordó de mí. Y me envió un mensaje contándome lo duro que está siendo todo. Aún le queda una semana para que todo esto acabe. Solo espero, que gane o no, acabe sano y salvo de ésta aventura. Hay que ver en qué berenjenales me meto. Y eso que no ha pasado “ná”. Quien me iba a decir a mí que iba a seguir un Dakar. El próximo me da a mí que será un torero y yo con peineta y mantilla en la plaza de toros de Las Ventas.
FELIZ SEMANA Y QUE ACABE PRONTO EL DAKAR POR DIOS, TRATA DE ARRANCARLO 😉