Verdades distorsionadas

Ayer quedé con mi amiga Ana. Hacía mucho que no la veía. Me presentó a sus dos hijos. Violeta de 2 años y Javier de 5. Tengo que decir que lo primero que solté cuando saludé a los niños fue : –¡Hola!, ¡qué graciosos son!, ¡que pestañas tienen!. Ana, es muy guapa. Pero los hijos NO.  El cruce con su marido se debió extraviar. Sus hijos han salido “feinos”, con diminutivo “siempre” que queda con cariño. Y claro, ella, súper orgullosa no hacía más que decirme lo guapos que eran sus hijos. Sinceramente, creo que ella sabe que NO. Tiene dudas y necesita que alguien le diga que NO. Pero yo no me atreví así que respondí –¡son muy guapos Ana!. La pobre tendrá esa duda toda la vida.

Hay mentiras y mentiras. Todo el mundo miente. Y muchas veces evitamos decir la verdad para no hacer daño a los demás, por ejemplo el típico rollito pasajero que no te acababa de gustar.  – Oye Fer, mira, no soy una mujer de rollos, ¿sabes?. Esta es la frase que siempre, siempre triunfa. Porque quedas como DIOS, o como una DIOSA. Ellos que no quieren más que un rollo, interpretan que quieres algo más. Entonces dan un paso atrás e intervienes de nuevo – Me lo he pasado guay contigo, pero entiende que tengo 32 y busco algo más formal. Además estoy cargada de amor y necesito dárselo a alguien. La respuesta siempre es una abrazo – ¡Jo tia! espero que te vaya bien pero ¡oye somos amigos!. Bien, aquí uso un poco lo de “evitar decir la verdad” , en realidad podría haber sido así – Fer, oye mira llevamos un mes quedando pero es que no me gustas nada de nada. Eres un inmaduro. Superficial. Te preocupas de tonterías y encima eres un “agarrao” ¡que siempre invito yo!  😦 . Y es que la mentira está presente en todo. En entrevistas de trabajo, cuando uno inventa alguna experiencia de más. En relaciones de pareja cuando uno es infiel y miente constantemente porque no es plan hacerle daño a tu pareja (así piensa el infiel que miente). Se miente a los niños cuando hacen preguntas como «de dónde vienen los niños». Esta es la primera mentira que escuchamos. No se nos olvida que nuestros propios padres nos enseñaron a mentir. Sinceramente no entiendo por qué a un niño no se le puede explicar que es hacer el amor – Mira Manuel (mi hijo se llamará así), los niños no vienen de Paris. Papá y yo nos queremos tanto que nos convertimos en un mismo ser. – Pero mamá no entiendo. – Manuel, las mamás tienen una cueva en su cuerpo que es la vagina,  y los papas tienen un barco (algunos veleros, otros tienen un trasatlántico y otros un barquito juquetón), que es el pene. Este barquito que lleva mini bebés elige la cueva que más le gusta para dejarlos en un tiempo estimado de unos 35 minutos. Entonces solo uno consigue quedarse dentro,  – ¿yo vengo de una cueva? –Tu vienes de mi cueva, pero antes estabas en el barco de Papá. Y conseguiste bajar del barco para quedarte en la cueva de mamá. Bueno, vamos a ver es casi verdad. Yo lo entiendo así. Lo del tiempo estimado puede ser más o menos que para eso es estimado. Imaginemos un mundo sin mentiras. Porque la especie ha evolucionado a través de la verdad y entonces nadie miente:

El político en una entrevista para la revista “Con2cojones”: -¡si, si he metido mano en el cofre! ¡Qué si no tuvieras la oportunidad no lo harías! jajajajaja  (hasta con risitas el mamón)

El médico: Juanito, dos telediarios te quedan. No te voy a mentir.

El infiel: Margarita, ¡qué me gustan mucho las cuevas coño!. ¡Y me vuelvo locooooo!

El hijo: Mamá, ¿estás segura que ésta no era la comida para el perro?. Esto está malísimo, pero te quiero.

Un regalo: ¿Esto dónde los has comprado?.¿Hay tiendas que se dedican a vender estas cosas?

CONCLUSIÓN: Sigamos mintiendo. Porque esto se pondría más feo de lo que está.

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