
¡Mercadooona! ¡Mercadooona!
¿Quién escribió esta canción? Es la leche. Cuando suena me dan ganas de abandonar el carro y abrir una cerveza calentorra del pasillo de bebidas. Pero claro no lo hago. Solo canto mientras suena y de paso me paro en el espejo de la columna más cercana (todo un detalle de los interioristas). Me miro, pongo morritos ,me ahueco el pelo, y pienso -quizá esté él aquí, el amor de mi vida. Entonces comienzo mi ruta semanal con mil ojos para que no se me escape nada. Fairy (así se llaman todos los lavaplatos, da igual la marca) al carro. El próximo pasillo es el mejor, cosmética donde salgo hecha un «cristo». Probando una máscara de pestañas qué alarga casi un centímetro. El pintauñas de temporada. Labiales de color rojo que no se van en tres dias y…»ostias»¡éste producto es nuevo!, una movida donde metes los dedos uno a uno y te quita el esmalte ¡WOW!.
Continúo. Ensalada, tomates, pescado, y por qué no, un premio semanal, heladito de tarta de queso que se acaba comiendo el hijo de mi vecina. Veinte minutos en Mercadona. Mi amor no apareció. Buenas tardes señora. ¿Señora?. Así es como saludan l@s cajer@s del Mercadona. Yo respondo con una sonrisa irónica – ¡Señorita! ¡Qué llevo converse! – Ya señora, es la costumbre.
Y al final siento que colaboro cuando dono el carro con el euro al simpático negrito que saluda siempre feliz en la puerta.