Cuarentena. Día 15,16,17,18…

Últimamente los días son todos iguales. Como aquella peli: El Día de la Marmota. Te levantas, desayunas, te vistes con ropa cómoda o mejor aún, no te quitas el pijama en todo el día. Enciendes la tele pulsando en el mando algún canal donde estén hablando del Covid-19, da igual pulsa cualquiera con los ojos cerrados seguro que atinas. Al cerrar los ojos aprovechas y pides un deseo, sólo uno. Una buena noticia por favor, pero no, no. ¡Joder!. Cambias de canal por si en otro hubiesen descubierto algo. Una vacuna o fármaco. No parece, pero están en ello. Suben las cifras de todo: fallecidos, contagiados y curados. Vuelves a cambiar de canal y ahí están de nuevo, políticos «cagándose» en otros políticos, y así todo el rato. Claro que estamos ahora para esto. ¡Señores! Ahora sólo importa la salud. No me imagino a los bomberos en una situación de incendio reprochándose los unos a otros que podían haber llegado antes o quien lo hubieran hecho mejor. ¡Apaguen el fuego SEÑORES! Ya habrá tiempo de reproches que es lo que mejor sabéis hacer. Ojalá algún día se presente algún político que sepa hacer política sin alimentar sus discursos de reproches. O uno con dos cojones que diga: «Estos cabrones que mal lo han hecho, aunque he de reconocer que nosotros no lo hubiéramos hecho mejor». 

Continúo… Son las once de la mañana, apagas las noticias. Caminas durante una hora por la casa para estirar un poco las piernas. Vas al baño y cuando acabas te miras al espejo, te acercas, y ahí está. Ahí está … como la canción de Ana Belén, pero no es la puerta de Alcalá, no. Es tu bigote pelusón que hace que estés más guapa aún estos días. Pero no importa. Vuelves a caminar por la casa mientras te llama una amiga para contarte la que se le viene encima con todo el tema económico porque se ha quedado sin trabajo, y tiene que seguir pagando autónomos, casa y comida. Rompe a llorar y se caga en los chinos que dice que nunca más volverá a comer comida china ni a comprar nada en un Chino, le recuerdo que Zara tiene muchas fábricas allí. -¿En serio?. Bueno pues… ya veremos si no me paso a Mango. – ¡Pero tía! Mango también. Pues paso de comprarme nada entonces, compraré en Vinted. – Vale, ya me dejas más tranquila. 

Son las doce de la mañana, recibes otra llamada de otra amiga contándote que no para de discutir con su marido. La escuchas hasta que cortas la llamada enviándole un mensaje: – Se ha cortado, hablamos en otro momento. Después te sientas, vuelves a encender las noticias, pero no en la tele. No. En Facebook. Dónde sólo aparecen quejas, noticias falsas, o simplemente noticias apocalípticas. Donde uno expone y parece que se queda como Ortega Cano de «agustito» porque el mundo te ha oído o mejor, leído. Cierras facebook, abres instagram y aparecen influencers predicadores donde animan a sus seguidores a permanecer en sus casas, seguro que a ellos se les hace más caso. Cientos de directos para hacer deporte y te animas, te plantas los leggings, un top y unas zapas y a mover el body. Son las tres de la tarde, es la hora de comer y ver noticias de nuevo. Holanda, Alemania, Finlandia y Austria que dicen que «nanai de la china», que pedaleemos si eso. Están en contra de la financiación de esta crisis… ¿En qué año decían que subiría el nivel del mar?. (Risa hijaputi).

Después piensas en que coño va a pasar cuando finalice todo esto. Porque algunos dicen que nada será igual, que todo va a cambiar. A lo mejor aprendemos a mirar más allá, aunque después de esto quizá miremos «al más allá» porque ya me creo que pueda ocurrir cualquier cosa. La llegada de los extraterrestres o cualquier movida que hayan inventado previamente en Hollywood. Aunque nos quedaremos tranquilos si esto ocurre, siempre aterrizan en los Estados Unidos. ¡Mierda, las pandemias también!.

Y cuando piensas que tu día está a punto de finalizar, te llaman para ofrecerte un seguro de decesos. Me he quedado muerta. Me vino a la cabeza un recuerdo de mi infancia. Aquel hombre bajito con gafas que llamaba al telefonillo una vez cada tres meses, al que mi padre denominaba «el de los muertos». Esta tarde me llamó Dolores para preguntarme si tenía seguro de fallecimiento. Era su primer día de trabajo, la había contratado una conocida empresa de seguros y necesitaba convencerme de lo bien que me vendría estar asegurada para así llegar a objetivos. En otro momento, la hubiese colgado como hago con cualquiera que intente venderme algo telefónicamente. Pero me ha enternecido escuchar de fondo a su hijo Carlitos que le pedía la merienda. – ¡Carlitos! ¡Qué estoy trabajando!. Después se ha disculpado y hemos estado hablando un poco de todo menos del seguro. Espero no acabar conversando con el operador robotizado de las compañías de teléfono. 

Salud y amor para tod@s. 

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